viernes, 20 de enero de 2012






 

 

CÓMO EVALUAR LA RENTABILIDAD Y UTILIDAD DE LA FORMACIÓN

Juan Carlos Carrasco


CONCEPTO, Servicios Empresariales

La ponencia que a continuación se incluye se desarrolló el día 14 de Marzo por la tarde, dentro de la mesa coordinada por Juan Carlos Carrasco (Concepto, Servicios Empresariales), con el título "Cómo evaluar la rentabilidad y utilidad de la Formación", en la que participaron Encarna Romero Lara (RENFE), Jesús Martín (U.C.M.) y Manuel Haro (Barclays Bank), que desarrollaron casos prácticos, y Luis Atienza Irureta (Concepto, Servicios Empresariales), que expuso la base teórica de la ponencia, bajo el título "Evaluación de la Rentabilidad de la Formación en la Empresa", seguida de un caso práctico.
El planteamiento que sigue esta ponencia se puede calificar de ligeramente duro, por cuanto va a analizar la rentabilidad de la formación en la empresa desde una perspectiva económico-financiera, o viendo aspectos, si se quiere, más cualitativos. Este planteamiento tiene como base el trabajo realizado en el año 1994 por Concepto, Servicios Empresariales para el Instituto Madrileño para la Formación (IMAF), con el título "Guía para la Evaluación de la Formación en las PYMES. Cómo valorar el impacto de la formación en la empresa."
La idea de conocer la rentabilidad de la formación suscita un interés permanente en distintos sectores, y muy especialmente en la propia empresa como consumidora de esa formación, de la que quiere conocer su rentabilidad. El conocimiento de esa posible rentabilidad le permitirá establecer y adoptar decisiones ajustadas a sus objetivos de empresa. Como consecuencia, todos aquellos planteamientos acerca de la formación realizados en su ámbito interno deben quedar amparados dentro de la propia estrategia empresarial como una vía más de acción. Así mismo, existe un interés por parte de instituciones, profesionales y todas las empresas del sector de formación, ya que tienen un permanente interés en consolidar su propia demanda, y, por otra parte, el conocimiento de la posible rentabilidad constituye un evidente argumento comercial.
El continuo cambio tecnológico existente en la sociedad actual aparece como un factor adicional dentro del entorno que rodea a la empresa y exige la continua adaptación de las funciones y tareas específicas de cada puesto de trabajo. Ello conlleva la necesidad de una permanente actualización en el conocimiento de las nuevas técnicas, tanto para niveles directivos como operativos dentro del ámbito de la propia empresa.
Al tratar de establecer sus metas, la empresa, habitualmente, realizará un típico análisis de estrategia, en el cual debe evaluar a sus clientes, sus suministradores de bienes, servicios y trabajo, sus competidores y sus productos, los posibles productos substitutivos y el entorno legal, económico, social y medioambiental. Así mismo, analizará, mirándose a sí misma, la actividad que se realiza para producir y vender uno o varios productos, y la estructura de recursos financieros, materiales y humanos con los que configura la organización necesaria para esa producción y venta. Sobre esta base, normalmente va a tratar de maximizar el beneficio. Además puede pretender alcanzar otras metas pero, en todo caso, su último objetivo será la maximización del beneficio. Para poder alcanzarlo necesita evaluar constantemente todos los anteriores factores y determinar en qué medida contribuyen, positiva o negativamente, a la generación del beneficio. Si identifica hechos o situaciones limitativas debe analizarlas y encontrar soluciones que, estructuradas como estrategias de respuesta concretas, se enfocarán hacia la resolución de los referidos problemas.
Una de las posibles estrategias es la formación, pero no es la única. Según lo anterior, la formación tiene un punto de partida, o debe tener un punto de partida, que es el conjunto de las debilidades:
  • anteriores identificadas,
  • futuras y estimadas.
La formación contínua encajaría en la primera línea, mientras que la formación como herramienta para desarrollo de carreras aparecería en la segunda. Así mismo, la formación puede aparecer fuera de un contexto de estrategia y simplemente con un carácter marginal. Puede ser el caso de compromisos adquiridos dentro del campo de la negociación laboral, por ejemplo.
Como antes se apuntó, la formación puede no ser la única estrategia puntual de respuesta cara a problemas concretos identificados en la empresa. Ante una carencia determinada, la empresa puede optar entre formar a sus empleados y contratar a nuevos ya formados, o incluso acudir a empresas especializadas a las que puede subcontratar un servicio puntual. Cualquier decisión que tome vendrá en función de la urgencia en solventar las debilidades y carencias a las que se tiene que enfrentar. Fundamentalmente es un problema de plazo. Si la urgencia es alta, la empresa se verá forzada a adquirir nuevos recursos en el exterior. En caso contrario, podrá adoptar con comodidad la estrategia de la formación con una idea de solución a largo plazo, o incluso a medio plazo, pero nunca a corto.
Al ubicar la formación en un contexto de análisis de su rentabilidad tenemos que considerar un doble enfoque. Un primer nivel, cualitativo, se orientará a comprobar si se ha conseguido alcanzar los objetivos pretendidos; y en un segundo, el cuantitativo, se tratará de conocer la rentabilidad obtenida.
El modelo elaborado para el IMAF, se orientó hacia el mundo de la pequeña y mediana empresa. En las PYMES, la formación empieza a ser una herramienta paulatinamente asumida. Pero todavía en muchas no se tiene una conciencia clara acerca de la necesidad de la misma como elemento potenciador de su estructura de recursos humanos y como elemento que garantice o contribuya, como poco, a elevar el nivel de calidad de sus productos y servicios. La PYME, normalmente no tiene una idea clara de para qué le va a servir la formación en la empresa.
Cuando una empresa asume la formación como una estrategia de solución de problemas, habitualmente puede buscar rentabilidad y alcanzar determinados objetivos. Podemos analizar este hecho por medio de una matriz en la cual los posibles cruces nos generarían cuatro distintas situaciones.


1- Cuando la empresa pretende alcanzar unos determinados objetivos y, simultaneamente, pretende lograr rentabilidad, nos encontraríamos en el caso habitual y más frecuente en cualquier empresa.
2- Si busca una determinada rentabilidad pero no pretende alcanzar unos objetivos cualitativos para su organización, nos estaríamos encontrando con el caso de alguna empresa que simplemente pretende lograr algún tipo de beneficio, como podría ser la obtención de alguna subvención.
3- En el caso de no buscar rentabilidad, por lo menos a corto plazo, pero sí alcanzar unos objetivos cualitativos, nos encontraríamos en un planteamiento fundamentalmente estratégico en el cual, por ejemplo, se estaría pretendiendo mejorar o contribuir al desarrollo de las carreras de sus recursos humanos.
4- Y, finalmente, si la empresa no busca objetivos ni busca rentabilidad, nos encontraríamos en un caso inhabitual, no frecuente.

     


¿PRETENDE ALCANZAR OBJETIVOS?
   

SI 
NO
 
BUSCA
RENTABILIDAD 
SI
HABITUAL 
SUBVENCIóN
NO
DESARROLLO CARRERAS
NO HABITUAL

El objetivo del trabajo que se realizó para el IMAF era la divulgación de la idea de rentabilidad en la formación. Adicionalmente, dicho trabajo estaba fundamentalmente segmentado y orientado hacia pequeñas empresas que necesitaban una mayor identificación con la formación en la empresa. En ese contexto, las grandes empresas conocen perfectamente lo que es la formación y son consumidoras de ella. Mientras tanto, en el mundo de la pequeña empresa, mientras que existe una mayor necesidad, existe una menor concienciación. Así mismo, en el mundo de la pequeña empresa no queda claro si la formación es rentable o no y, paralelamente, la complejidad en determinarla, partiendo de un nivel formativo bajo, dificulta el llegar a lograr la buscada concienciación. El trabajo buscaba conseguir un modelo que permitiera al empresario de una pequeña empresa poder convencerse de la rentabilidad de la formación en su empresa, y crear un terreno abonado para la consolidación de la formación en el mundo de la pequeña empresa.
A la hora de evaluar la posible rentabilidad en la empresa nos vamos a encontrar dos posibles tiempos de evaluación. Con carácter anterior a la acción formativa, y con carácter posterior a la misma. La rentabilidad será siempre la diferencia entre los ingresos y los costes de la acción o plan formativo. Tanto antes de la acción como después de la misma, los posibles ingresos no aparecen claramente delimitados. Contrariamente, los costes pueden ser estimados a priori y perfectamente conocidos a posteriori. Ello nos lleva a una situación en la que la determinación de la rentabilidad inicialmente es difícil a causa de la indeterminación y posible amplitud de los ingresos.
Cuando empezamos a evaluar los costes no nos encontramos con un gran nivel de dificultad. Se conocen los costes formativos y es relativamente sencillo sintetizar un esquema que permita llegar a evaluar el coste de esa acción o plan formativo.
Adicionalmente a los costes que podríamos calificar de directos, nos encontraríamos con otros que pueden no ser suficientemente conocidos por un pequeño empresario. Hay que considerar el concepto de lucro cesante como un coste específico que obtiene la empresa por cuanto que durante el tiempo en que la formación se imparte, esos trabajadores pueden estar dentro de su jornada laboral y, durante ese mismo tiempo, la producción en la empresa queda reducida.
Así mismo, existe un menor gasto, y debemos considerarlo un menor gasto y no un ingreso, que es el ahorro fiscal derivado del impuesto sobre sociedades, ahorrado en la medida en que la ejecución de esa formación genera unos gastos específicos que reducen los beneficios de la empresa y, de ese modo, genera una menor tributación. Por otro lado, existen bonificaciones fiscales derivadas del hecho de tener un gasto formativo. éstas también aparecerían como un menor gasto.
Adicionalmente, existe un coste financiero consecuencia de la dedicación de determinados recursos financieros a sufragar la actividad y que, al retirarlos del proceso productivo para destinarlos a la formación, generan un coste de oportunidad que debe aparecer como tal dentro del capitulo de costes. En este caso, siempre queda la indeterminación del tipo financiero a utilizar, pudiéndose elegir entre:


1- el gasto financiero medio en la empresa,
2- la disminución de rentabilidad que ha obtenido la empresa, expresada en términos del ROI (como índice de rentabilidad de las inversiones que habitualmente realiza al empresa),
3- el coste efectivo de operaciones específicas que la empresa puede estar realizando.
Cuando llegamos a tratar de analizar los ingresos, nos encontramos con una gran dificultad en su determinación. Inicialmente la formación no genera una vía automática de ingreso explícito, tal como pueda ser la facturación de la empresa.
Hay que considerar también que la formación puede contribuir a una generación de ingresos por distintas vías ramificadas que finalmente inciden en el conjunto general de ingresos de la empresa. Todo ello hace que la determinación de los ingresos sea un capítulo suficientemente complejo y difícil de establecer por una PYME.
Por ello, se trataba de buscar un modelo simple y suficientemente operativo para que, dentro de una PYME, se pudiera conocer la rentabilidad por un método fácil y accesible. Con dicho fin se partió de un criterio fundamentalmente de gestión, que es el de que a partir de un punto inicial se pretende alcanzar un determinado objetivo.
El punto inicial es la situación en el momento actual, pero en una sola dimensión, que coincide con la de la debilidad observada en la empresa, es decir, frente a problemáticas distintas se deberían seguir caminos distintos. Cada problema se deberá aislar y establecer cuál es el punto inicial en el que se encuentra la empresa. Ello implica que, necesariamente, hace falta un diagnostico global de la misma, que determine cada una de las debilidades, y que dichas debilidades aparezcan cuantificadas como valoración de la situación actual. A partir de ahí, la empresa pretende realizar un salto desde el punto inicial hasta una situación objetivo que plantea como la mejora necesaria requerida por la organización para superar la debilidad observada. Dicho salto, en la medida en que sea valorable económicamente, nos va a determinar el ingreso generado por la formación. Para ello es necesario conocer la medición del punto de partida y la correspondiente del punto objetivo que se pretende alcanzar. El objetivo, para serlo, debe ser medible y alcanzable, como cualquier otro objetivo.
Las unidades de medida a utilizar las podemos encontrar entre el amplio abanico de parámetros físicos habitualmente utilizados. La valoración o medida de la situación actual la calcularemos multiplicando la medida actual en las unidades correspondientes del parámetro físico elegido, por el valor unitario económico que asignemos a dicha unidad de medida. En el caso de la situación objetivo, su valoración sería el resultado de multiplicar las unidades objetivo, en términos de parámetro físico, por el valor unitario de dicho parámetro.
Como ejemplo podemos citar el siguiente. Si se tiene un problema concreto en materia de atención al cliente, podemos tratar de cuantificar dicha debilidad en términos de número de quejas de los clientes. Esa sería una posible unidad de media. Si en el momento inicial se tiene una medida de ocho quejas mensuales, nos podemos plantear, ¿puedo establecer como objetivo reducir el número de quejas a una sola queja mensual?. El salto sería entonces de una disminución de siete quejas mensuales. ¿Qué coste supone la queja al mes?. Cualquier Departamento Financiero de una empresa lo podría valorar, pero aquí podríamos apuntar que tendría que ver con el volumen de devoluciones de venta, o tendría que ver con el coste de las reparaciones en garantía, o en otra variable relacionada con la actividad específica de cada empresa.
Cuando la empresa se plantea la formación como la herramienta para reducir ese número de quejas que encuentra, obtendrá unos ingresos equivalentes a la reducción de costes derivados de la disminución del número de quejas. Una estimación inicial de la posible rentabilidad de la formación valoraría el salto entre la situación inicial y la situación objetivo, y una valoración a posteriori de la acción formativa valoraría el salto entre la situación actual y la situación real observada después de la impartición de la formación. La valoración económica inicialmente puede ser la misma antes y después, pero también pueden producirse variaciones entre dichos momentos. En todo caso, ese diferencial de mejora es calculable de un modo sencillo, y su valoración económica, comparada con los costes invertidos en la formación, nos reflejará la rentabilidad final de la acción formativa.
Es evidente que la formación impartida no solamente mejoraría ese frente pretendido, sino que actuará paralelamente en otros. Ahora bien, cuando se establece la decisión de impartir formación, cara a resolver la debilidad identificada, la formación se orienta específicamente hacia esa debilidad, y no hacia otras. Las mejoras colaterales generadas no son incluibles como tal dentro del modelo ya que, en todo caso, simplemente generan una rentabilidad adicional, que no es la pretendida, y que si las consideráramos dentro del modelo, solamente conseguirían dar vaguedad a la idea de los ingresos generados, y en ningún caso contribuirían a conocer la rentabilidad. Hablamos pues de la formación en términos de la línea de acción que se pretende establecer para solucionar una debilidad, y no de todos los efectos adicionales, como ya decíamos.
Adicionalmente se puede comprobar en términos de punto muerto cuál es el volumen de ingresos mínimos que cubre la totalidad de los costes formativos. En esa medida, automáticamente podemos ir por la vía contraria a determinar cuál es el salto mínimo en términos de parámetro físico, que es necesario para cubrir los costes previstos. Este enfoque adicional contribuye a conocer en qué medida el esfuerzo formativo puede encajar dentro de un salto de un diferencial de mejora alcanzable para las posibilidades concretas de cada empresa.
Hay que insistir en la idea de que, aunque hay muchas vías por las que la formación genera ingresos, nos tenemos que centrar en la que verdaderamente nos afecta por la existencia de un problema o una debilidad, y que la formación se quiere utilizar, usar y aplicar como solución al problema observado.
A partir de aquí, una vez determinados ingresos y gastos, se podría continuar con el cálculo tradicional de la rentabilidad a través de las herramientas financieras habituales, TIR, VAN, etc, que siempre se han encontrado con la dificultad de determinar los ingresos.
El modelo planteado para el IMAF se instrumentó, sobre este esquema de ideas, en un conjunto de fichas que, utilizadas por el pequeño empresario, le permitían, a partir de los datos elementales que posee habitualmente en su empresa, llegar a determinar la reempresa, era efectivamente rentable y le suponía una inversión y no un gasto, como habitualmente muchos consideran.

 


En busca de la Rentabilida  Perdida

 Escrito por
Daniel E. Cagliero
Los ejes en las organizaciones modernas
El ritmo que se impone en las organizaciones modernas, con la necesidad de resolver
cada vez más rápidamente para responder y adaptarse a un entorno en constante
cambio, muchas veces conspira contra la construcción de un crecimiento
genuinamente rentable. La rentabilidad puede quedar entonces expuesta a variables
macroeconómicas o factores aleatorios toda vez que se pierde el foco sobre este valor.
Ganar participación de mercado, aumentar los volúmenes de venta son los ejes
principales por los que se movilizan los equipos de venta que muchas veces ven
subordinada su existencia a la evolución de estas variables. Que en realidad no son
valores en sí mismos, sino piezas tácticas que deben conducir al principal valor sobre
el que debe sostenerse la operación: la rentabilidad. Esa rentabilidad que debe
asegurar a los accionistas un resultado satisfactorio.



No discrepamos con el enfoque de Arie de Geus que en su libro “The Living Company”,
propone una mirada estratégica orientada a desarrollar y preservar los valores de sus
activos humanos. Simplemente reconocemos la necesidad de instalar la conciencia de
rentabilidad en el proceso decisorio, en todos los niveles de la compañía.


La rentabilidad percibida como valor marginal

Hace algunos meses realizamos una serie de encuestas en un conjunto de empresas,
dedicadas a descubrir las prioridades y motivaciones de sus empleados clave. Y el
resultado fue sorprendente al comprobar que la búsqueda permanente de la
rentabilidad aparecía en el quinto o sexto lugar de las preferencias. Desde cada área
se privilegiaban prioritariamente factores relacionados con la naturaleza específica de
su trabajo. Desde Recursos Humanos se exhibía preocupación principal por el
desarrollo de competencias, la retención de los empleados y la creación de un
ambiente y condiciones adecuadas para trabajar. Mientras que en las áreas
tecnológicas se observaba una coincidente preocupación por la permanente
actualización de las herramientas informáticas. En la mayoría de estos casos se
evidenciaba una conciencia muy fuerte sobre la criticidad de los objetivos definidos,
pero incompletos toda vez que no se entienden como caminos o elementos que deben
alinearse detrás de la búsqueda permanente del crecimiento del negocio.

Tomemos como ejemplo esta premisa básica para guiar las decisiones de un área de
atención a clientes: “ofrecer respuestas oportunas y satisfactorias a los reclamos de
los clientes”. Parece incuestionable. Sin embargo, no es precisa y puede ser incorrecta
si no se enfoca adecuadamente. Por ejemplo, no se define a qué precio. El negocio
que pretendemos defender nos permitirá sostener un nivel de dedicación para alcanzar
niveles altos de satisfacción de nuestros clientes, pero no a un precio que comprometa
el beneficio de ese negocio. Las decisiones tendrán sentido siempre que se oriente
directa o indirectamente a defender el negocio.

Philip Kotler observa que una de las deficiencias del marketing es aislarse de las
finanzas, minimizando así conceptos como retorno sobre activos, valor para los
accionistas, valor económico agregado. Y enfatiza la importancia de lo que denomina
“ventas rentables” y sostiene que “no estamos para vender, sino para generar
utilidades para la empresa”, que resume bien nuestro enfoque sobre el tema.



De la comprensión a la acción efectiva
Hemos reconocido hasta aquí la conveniencia de promover una visión más completa.
Sin embargo, existen otros factores que deben considerarse y que influirán sobre el
comportamiento de las personas frente a la necesidad de la búsqueda de la
rentabilidad como eje principal.

Estos factores están relacionados principalmente con los modelos de información y el
criterio utilizados para la evaluación de las operaciones. Mientras los sistemas de
asignación de costos ofrecen refugio seguro para ocultar o distorsionar gastos, esto
conspirará contra el objetivo de promover cambios efectivos hacia la internalización
profunda de la rentabilidad como principal valor. Deben adoptarse, entonces, modelos
que permitan crear cuadros de pérdidas y ganancias en forma individual que permitan
reconocer el impacto de los gastos y esfuerzos destinados a generar negocios frente a
cada pequeña decisión. Se trata de migrar hacia un esquema de administración
responsable forzada por la exposición directa de resultados que representa un
verdadero cambio en la forma de planear y administrar los negocios.


La creación de un nuevo cuadro de valores

El cuadro de valores que sirve como referencia para premiar la gestión variará
entonces para adaptarse a esta nueva modalidad, y a partir de la cual se premiará a
aquellos que sean capaces de generar y mantener negocios genuinamente rentables, y
el sistema se vuelve crítico y frente a la irracionalidad, o toda forma que no resista el
simple análisis de costo-beneficio. Sólo se requiere un explicitación clara y transparente
de las nuevas reglas, que inclusive pueden instrumentarse para impactar sobre la parte
variable de los salarios. Y después de todo, si los negocios y la decisiones de los
accionistas se sostienen sobre el rendimiento genuino de la inversión, ¿por qué
deberían sostenerse valores sobre la gestión individual que se apartaran de este
criterio?. Sin dudas, la adopción de este nuevo sistema de valores es el camino más
corto hacia la rentabilidad.


(*) el autor es:
Socio Principal de World Business Games Argentina
Socio de CBS Network (Brasil)

¿Qué son Finanzas Corporativas?

Las Finanzas Corporativas son un área de las finanzas que se centra en la forma en la que las empresas pueden crear valor y mantenerlo a través del uso eficiente de los recursos financieros.
El propósito de las finanzas es maximizar el valor para los accionistas o propietarios. Las finanzas están firmemente relacionadas con otras dos disciplinas: la Economía y la Contabilidad.
Las finanzas corporativas se centran en cuatro tipos de decisiones:
• Las decisiones de inversión, que se centran en el estudio de los activos reales (tangibles o intangibles) en los que la empresa debería invertir.
• Las decisiones de financiación, que estudian la obtención de fondos (provenientes de los inversores que adquieren los activos financieros emitidos por la empresa) para que la compañía pueda adquirir los activos en los que ha decidido invertir.
• Las decisiones sobre dividendos, debe balancear aspectos cruciales de la entidad. Por un lado, implica una remuneración al capital accionarial y por otro supone privar a la empresa de recursos financieros.
• Las decisiones directivas, que atañen a las decisiones operativas y financieras del día a día.
A partir del objetivo básico de las finanzas corporativas que es maximizar el valor o la riqueza para los accionistas o propietarios, una de las cuestiones fundamentales se centra en medir la contribución de una determinada decisión al valor del accionista. Para responder a esta cuestión se han creado las técnicas de valuación o valoración de activos.


rentabilidad




RENTABILIDAD DE LAS EMPRESAS:

Es lo que piden los inversores y buscan los directivos. Pero hay modos diferentes de medirla. Conflictos y usos y costumbres.

Materia / Economía

Por LORENZO A. PREVE *

La rentabilidad es uno de los conceptos más importantes en las empresas modernas y más utilizado por la comunidad de negocios. La rentabilidad es lo que buscan los inversores al invertir sus ahorros en las empresas. La rentabilidad es, al menos una parte, de lo que busca el management con sus decisiones directivas. La rentabilidad es lo que miden los inversores al decidir si reinvierten sus ahorros en una determinada compañía, o si, por el contrario, retiran sus fondos. La rentabilidad es, probablemente, uno de los conceptos menos comprendidos por quienes lo utilizan a diario.
En el imaginario popular, un emprendimiento que logra producir ingresos mayores que sus costos, generando resultados positivos, se considera un emprendimiento rentable. En esta nota, veremos que el mero hecho de mostrar un beneficio contable no quiere decir que el emprendimiento sea rentable. De hecho, una empresa puede generar beneficios, pero no ser rentable. Este concepto suele ser bastante elusivo, por lo que trataremos de explicarlo con mayor detalle.
Es común escuchar decir a directivos y a empresarios que un negocio deja una rentabilidad de, por ejemplo, el 10%.
Indagando sobre este concepto, vemos que normalmente eso quiere decir que el resultado de ese negocio deja un margen de 10% sobre las ventas. Para esta medición, algunas veces el resultado es medido utilizando el beneficio operativo, y otras utilizando el beneficio neto sobre ventas. Sin embargo, si preguntamos a un grupo de ejecutivos que ensayen una definición de rentabilidad, normalmente nos dicen que es el beneficio obtenido en un determinado período de tiempo, con respecto a la inversión comprometida. La rentabilidad descripta al principio, sin embargo, no incluye el monto de la inversión realizada. Como vemos, la misma definición de rentabilidad es bastante más compleja de lo que se puede suponer inicialmente. Nos proponemos aquí dos objetivos: 1) dar algunos lineamientos que ayuden a comprender mejor el concepto de rentabilidad y su uso en la vida corporativa y 2) a partir de lo comprendido en el primer punto, discutir algunas acciones que pueden ayudar a mejorar la rentabilidad empresaria.
La rentabilidad obtenida. Decíamos que la definición de rentabilidad necesita tres componentes: 1) el beneficio obtenido, 2) el monto de capital invertido para obtenerlo y 3) el tiempo transcurrido desde que se realizó la inversión.
Esta sencilla definición nos indica la necesidad de definir sus componentes, es decir, necesitamos una definición de beneficio y una definición de capital invertido, siempre teniendo en cuenta el tiempo transcurrido.
Empecemos considerando el caso de un inversor que compra acciones en el mercado de capitales. Supongamos que el inversor compró una acción de la empresa X S.A. por 10 pesos hace un año, y puede vender esa misma acción hoy por su valor de mercado, 12 pesos. Supongamos también que esa acción le otorgó un dividendo de 1 peso a lo largo del año. Es fácil ver que el inversor obtuvo un beneficio de 12 pesos - 10 pesos = 2 pesos por el diferencial de precio y de 1 peso por el dividendo; es decir, obtuvo un beneficio de 3 pesos.
Cuando hablamos de rentabilidad, sin embargo, no siempre estaremos interesados en la rentabilidad de un accionista en el mercado de capitales. Es más, muchas veces necesitaremos calcular la rentabilidad en empresas de capital cerrado sin la existencia de valores de mercado que nos facilitan la tarea. En algunos casos, buscaremos medir la rentabilidad obtenida por una línea de negocio, o por un proyecto de una empresa que no cotiza en bolsa. En esos casos, no podremos confiar en la valuación realizada por el mercado, por lo que será necesario obtener otras medidas del beneficio y del capital invertido. Normalmente, en esos casos solemos confiar en los valores que nos brinda la contabilidad financiera, los que, en algunos casos, pueden requerir algunos ajustes.
Es necesario comprender que los conceptos de beneficio obtenido y de capital invertido deberán ser definidos y analizados de manera congruente. Es claro que en un estado de resultados hay varios niveles -o definiciones- de beneficio y una de las maneras de comprenderlo mejor es la de separarlo en base a quién es su propietario.
El Beneficio Neto es el beneficio que obtuvo la empresa después de facturar la venta de todos sus productos y deducir todos los gastos y costos necesarios para su generación.
Es incontrastable que este beneficio es de los accionistas dado que es el beneficio residual después de que todos los acreedores han cobrado sus acreencias. El beneficio antes de impuestos es el que está disponible tanto para los accionistas como para el Estado en su función de recaudación de impuestos.
Subiendo un paso, encontramos el EBIT, acrónimo de Beneficio antes de Intereses e Impuestos en inglés (Earnings Before Interest and Taxes). Este es el beneficio que está disponible para los accionistas, el Estado y los acreedores financieros.
De hecho, de él se pagan los intereses y los impuestos, y el sobrante quedará disponible para los accionistas.
Al continuar con el análisis, llegamos a las ventas, que es en sí mismo una definición, un poco extraña tal vez, de beneficio; es el beneficio del cual se tienen que cobrar todos aquellos que han posibilitado, de alguna manera, la operación.
De esa cuenta, cobrarán los empleados, los proveedores de materia prima, bienes y servicios, los acreedores financieros, el Estado y, finalmente, los accionistas. Vemos, entonces, que la definición de beneficio varía según quién sea el que va a recibirlo.
Una vez discutida la definición de beneficio, deberemos discutir la definición de capital invertido. Para ello, necesitamos determinar quién invirtió dicho capital. Podemos agrupar a los inversores en: 1) accionistas, 2) acreedores financieros, 3) proveedores de materias primas, bienes y servicios, 4) empleados y 5) Estado.
Las finanzas corporativas se suelen concentrar en el capital invertido por los accionistas, y en el capital invertido por los inversores financieros, grupo formado por los acreedores financieros y los accionistas. La inversión, concepto tan sencillo en el ejemplo del inversor que había comprado una acción por 10 pesos, en este caso suele ser un concepto un tanto más complejo de comprender.
En principio, la manera más habitual de reflejar la inversión en una empresa es la de medir sus activos. El activo total de una empresa muestra el total de la inversión, y en el pasivo muestra los montos invertidos por quienes la financiaron, dado que la inversión realizada debe ser financiada por alguien y los activos y los pasivos son iguales.
Adicionalmente, el valor del pasivo correspondiente a los accionistas, el patrimonio neto, refleja el monto de la inversión de los accionistas en la empresa, y el valor del pasivo correspondiente a los acreedores financieros y las deudas financieras reflejan el valor de su inversión en la misma. El activo -la inversión- total de la empresa, es financiado por los diferentes inversores, además, aquella porción del activo financiado por los inversores financieros -accionistas y acreedores financieros-, se suele llamar activo neto. Es decir, que el activo total se compone del activo neto más una parte del activo financiada por acreedores comerciales y empleados de la compañía.
EL BENEFICIO DISPONIBLE. De esto se desprende que, si consideramos el beneficio disponible para los accionistas, deberemos compararlo con la inversión realizada por estos, es decir, el monto de inversión financiado por el patrimonio neto. Análogamente, si consideramos el beneficio disponible para los inversores financieros, tendremos que considerar como inversión al activo neto. El ROE, cuyo nombre viene del inglés (Return on Equity), se basa en el análisis de la rentabilidad obtenida por los accionistas, para lo que necesita medir el beneficio y la inversión realizada por los mismos.
Es decir, el beneficio neto sobre el patrimonio neto. El RONA (del inglés, Return on Net Assets) es la rentabilidad obtenida por los inversores financieros. Para su estimación, es necesario comparar su beneficio obtenido. Es importante aclarar que el EBIT está disponible para los accionistas, los acreedores financieros y el Estado -en los impuestos-, mientras que el activo neto fue financiado solamente por los dos primeros.
Un punto importante para cerrar este tema es la consideración del momento en que fue realizada la inversión. En el caso del inversor que compra una acción en la bolsa, es muy sencillo determinar que el momento en que fue realizada la inversión es el momento en que se compra la acción, pero en los casos del ROE y el RONA, no es claro cuál es el momento en que se ha realizado la inversión.
Decíamos que el valor de la inversión se computa al usar la cuenta patrimonial del activo, que es una foto de las inversiones de la empresa en un determinado momento en el tiempo, pero no nos indica hace cuánto se han realizado.
Consideremos el caso de una empresa que cierra su balance anual en diciembre e invierte en una nueva planta industrial en noviembre, al fin del ejercicio: el balance va a reflejar el monto de la inversión en la planta, pero es innegable que la inversión no estuvo "activa" durante todo el año, sino solamente un mes. Por eso es importante intentar capturar la realidad de la mejor manera posible, en algunos casos es conveniente usar el activo neto al inicio del período, en otros casos es mejor utilizar el promedio de los cierres mensuales del activo neto, y así sucesivamente, según el criterio que parezca más oportuno.
La rentabilidad obtenida por un inversor en el mercado de capitales nos entrega un valor numérico. La dificultad reside en saber si ese valor numérico es alto o bajo, o en otras palabras, si resulta suficiente o insuficiente para los inversores.
Saber que una empresa generó un ROE de 12,4% no nos dice si generó una rentabilidad adecuada. Una de las ideas básicas de las finanzas corporativas es que las empresas deberán generar una rentabilidad adecuada para repagar el riesgo asumido por sus inversores. Para ello, es necesario saber cuál es esa rentabilidad adecuada.
Sabemos que los diferentes tipos de inversores financieros enfrentan distintos tipos de riesgos, por lo que tendrán diferentes rentabilidades esperadas. En las secciones anteriores, dividíamos a los inversores financieros en accionistas y acreedores financieros. Diremos que los accionistas esperan un retorno que denominaremos "retorno esperado del patrimonio neto", y que los acreedores financieros esperan un retorno que llamaremos "retorno esperado de la deuda".
El retorno esperado de los inversores financieros será entonces un promedio ponderado del retorno esperado de los accionistas y los acreedores financieros.
Este promedio se calcula usando el retorno esperado por cada uno de los inversores, ponderado por la inversión realizada. Adicionalmente, deberemos tener en cuenta que, dado que el pago de intereses de la deuda genera ahorros impositivos para la empresa, su retorno esperado se deberá corregir para contemplar su ventaja fiscal asociada. El "retorno esperado por los inversores financieros" es el promedio ponderado de los retornos esperados de los accionistas y los acreedores financieros, ponderado por la cantidad de patrimonio neto y deuda en la estructura del financiamiento aportado por los inversores.
Tiene en cuenta el efecto del escudo fiscal generado por el pago de los intereses de la deuda.
Por lo expuesto, resulta claro que en el caso del retorno obtenido por un accionista por su inversión en acciones en la bolsa de comercio, o en el cálculo del ROE, estos se deberán comparar con el retorno esperado del accionista y el retorno obtenido por los inversores financieros en su conjunto. El RONA se deberá comparar con el retorno esperado por los inversores financieros.
Mejorar la rentabilidad. Una vez comprendido el concepto de rentabilidad, vamos a pasar ahora a discutir algunos elementos que nos permitan lograr algunas mejoras en la rentabilidad de la empresa. Tomaremos el ROE como punto de partida.
La conocida fórmula de Dupont nos permite ver que la rentabilidad es función de tres variables que se interrelacionan, de hecho, la podemos reformular como ROE igual a margen x rotación x apalancamiento financiero. Es decir: trabajando sobre el margen, sobre la rotación o sobre el apalancamiento financiero, podemos modificar la rentabilidad de la empresa. Es interesante notar, sin embargo, que la mayoría de los directivos circunscribe las acciones de mejora de rentabilidad a trabajar sobre el margen, olvidando las otras dos variables mencionadas. De alguna manera, esto refleja una cierta confusión entre los términos margen y rentabilidad.
Trabajar sobre el margen implica intentar aumentar los ingresos y minimizar sus egresos asociados. Ese tipo de análisis suele olvidar la inversión necesaria para la generación del beneficio, es decir, podemos tomar decisiones que nos ayuden a bajar los costos a expensas de aumentar la inversión, lo que puede aumentar nuestro margen, pero no necesariamente va a mejorar nuestra rentabilidad.
Trabajar sobre la rotación implica mejorar la eficiencia de la inversión, es decir, aumentar los ingresos intentando disminuir los activos, es decir la inversión necesaria para obtenerlos. No es lo mismo lograr un determinado margen con una inversión alta, que lograrlo con una inversión más baja. Trabajar sobre la rotación implica intentar mejorar los niveles de eficiencia de la inversión.
Trabajar sobre el apalancamiento financiero implica trabajar sobre el mix de financiamiento de la inversión. En países con mercados financieros eficientes, las decisiones de estructura de capital pueden contribuir a la mejora de la rentabilidad; en los países con mercados de capitales poco desarrollados, la capacidad de generar valor a través de este término de la ecuación es un poco más discutible.
Lo importante es comprender la importancia de cada uno de los componentes de la rentabilidad. Hay empresas que, por sus características, generan rentabilidad a través del margen, mientras que hay otras que lo hacen por su rotación, y otras que lo hacen por su apalancamiento financiero. Para comprender mejor este concepto, consideremos el caso de tres empresas muy diferentes entre sí: 1) La empresa A produce y comercializa un producto muy novedoso basado en un fuerte desarrollo de investigación que la protege del ingreso de competidores que le erosionen el margen.
2) La empresa B es una empresa comercializadora de productos de consumo masivo que se dedica a comprar los productos de los fabricantes y a venderlos a los consumidores de la manera más eficiente posible.
3) La empresa C presta un servicio público, transporta gas desde los centros de producción hasta los centros de consumo.
Esta empresa tiene una posición competitiva protegida por el Estado, por lo que tiene un negocio muy estable y de bajo riesgo.
Dadas las características de las tres empresas presentadas, podemos afirmar que su generación de rentabilidad será sustancialmente diferente: la empresa A generará rentabilidad fundamentalmente por un alto margen, mientras que la empresa B tendrá un margen necesariamente bajo, pero generará rentabilidad por una alta rotación debido a una gran eficiencia logística y el manejo de su capital de trabajo. La empresa C, por su lado, generará su rentabilidad por medio de un agresivo apalancamiento financiero, es decir, logrará producir rentabilidad minimizando la necesidad de financiar las inversiones con recursos propios, posible gracias a la baja volatilidad de sus flujos de fondos.
Las diferencias mostradas en el párrafo anterior no son patrimonio exclusivo de las empresas de diferentes industrias, sino que pueden verse en empresas de la misma industria. Para ilustrar este punto, vamos a considerar el caso de tres empresas de computadoras personales.
Vemos cómo IBM genera su alta rentabilidad fundamentalmente por un apalancamiento sustancialmente mayor al de sus competidores, mientras que Dell la genera basándose en una alta rotación. La comprensión de esta dinámica de la composición de la rentabilidad nos ayuda a comprender la eficiencia de las eventuales acciones directivas tendientes a mejorar la rentabilidad. ¿Qué tan fácil es mejorar en margen, la rotación o el apalancamiento financiero? Dicho de otra manera, ¿qué tan fácil sería para Dell incrementar sustancialmente su rentabilidad aumentando su apalancamiento financiero? ¿Podría IBM mejorar su rentabilidad aumentando su rotación? En una industria con la dinámica competitiva, como la de las computadoras, ¿qué tan fácil hubiera resultado aumentar el margen? Es necesario, además, considerar la posibilidad de mejorar alguno de los componentes de la rentabilidad cediendo en alguno de los otros, por ejemplo, disminuyendo el margen para intentar aumentar la rotación. Y detenemos el análisis en este punto, aunque es fácil ver que estos conceptos pueden llevar a un rediseño de la estrategia competitiva de las empresas dentro de un sector industrial.
Cálculo de beneficios. Reflexionamos acerca del concepto de rentabilidad, concepto no siempre bien comprendido por los directivos y los analistas de empresas. La rentabilidad es de vital importancia para una empresa, dado que sus inversores entran en ese negocio en busca de una rentabilidad esperada, si la empresa no logra obtenerla, en algún momento los inversores decidirán el fin de su inversión en la empresa e invertir en otro negocio, dejando a la empresa sin capital para invertir, y eventualmente, sin liquidez.
Vimos que, muchas veces, se confunde el concepto de rentabilidad con el concepto de margen y que, en realidad, el concepto de rentabilidad es sustancialmente más complejo.
La rentabilidad necesita de la concurrencia del margen de beneficio, de la inversión realizada y del tiempo en el que este beneficio se genera.
Vimos también que es necesario especificar para quién estamos estimando la rentabilidad. Normalmente en finanzas corporativas nos dedicamos a: 1) los accionistas y 2) a los inversores financieros, grupo que incluye a los accionistas y a los acreedores financieros. Cada grupo tiene su propia definición de beneficio, su propia definición de inversión realizada y su propia definición de rentabilidad esperada.
Finalmente, trabajamos algunas ideas para mejorar la rentabilidad de las empresas. Para ello, destacamos la importancia de considerar a la rentabilidad como la interrelación entre: 1) el margen, 2) la rotación, y 3) el apalancamiento financiero.
Decíamos que es común que los directivos tomen decisiones que tienden a mejorar el margen, pero esas decisiones no necesariamente logran mejorar la rentabilidad, es más, muchas veces la empeoran, por ejemplo en los casos en los que por mejorar el margen se empeoran la rotación o el apalancamiento financiero.

* DOCTOR EN FINANZAS, PROFESOR DE ECONOMÍA DE
IAE BUSINESS SCHOOL, UNIVERSIDAD AUSTRAL.


lunes, 16 de enero de 2012

FORMULAS DE RENTABILIDAD





La rentabilidad en relación con las ventas


-          Margen de utilidad bruta


(Ventas – costos de ventas) / ventas


Esta razón nos indica la ganancia de la compañía en relación con las ventas, después de deducir los costos de producir los bienes que se han vendido. También indica la eficiencia de las operaciones así como la forma en que se asignan precios a los productos. Una razón de rentabilidad mas especifica es el margen de utilidades netas.


-          Margen de utilidades netas




Utilidades Netas después de impuestos / Ventas




El margen de utilidades netas nos muestra la eficiencia relativa de la empresa después de tomar en cuenta todos los gastos e impuestos sobre ingresos, pero no los cargos extraordinarios.






La rentabilidad en relación con las inversiones


El segundo grupo de razones de rentabilidad relaciona las utilidades con las inversiones.


-          Razón de rendimiento del capital (ROE)




(Utilidades netas después de impuestos – dividendos de acciones preferentes) /capital social




Esta razón nos indica el poder de obtención de utilidades de la inversión en libros de los accionistas, y se le utiliza frecuentemente para comparar a dos compañías o más en una industria. Una razón más general que se usa en el análisis de la rentabilidad es el rendimiento de los activos, o ROA (por sus siglas en ingles).


-          Razón de rendimiento de los activos (ROA)




Utilidades netas después de impuestos / activos totales


Esta razón es algo inapropiada, puesto que se toman las utilidades después de haberse pagado los intereses a los acreedores. Cuando los cargos financieros son considerables, es preferible, para propósitos comparativos, calcular una tasa de rendimiento de las utilidades netas de operación en lugar de una razón de rendimiento de los activos. Se puede expresar la tasa de rendimiento de las utilidades netas de operación.


-          Tasa de rendimiento de las utilidades netas de operación




Utilidades antes de intereses e impuestos / activos totales


Al utilizar esta razón, podemos omitir cargos financieros diferentes (intereses y dividendos de acciones preferentes). De manera que la relación analizada, es independiente del modo en que se financia la empresa.




La rotación y la capacidad de obtener utilidades


-          Razón de rotación de los activos


Con frecuencia el analista financiero relaciona los activos totales con las ventas para obtener la razón de rotación de los activos:


Ventas / activos totales


Esta razón nos indica la eficiencia relativa con la cual la compañía utiliza sus recursos a fin de generar la producción. La razón de rotación es una función de la eficiencia con que se manejan los diversos componentes de los activos: las cuentas por cobrar según lo muestra el periodo promedio de cobranzas, inventarios como los señalan la razón de rotación de inventarios y los activos fijos como lo indica el flujo de la producción a través de la planta o la razón de ventas a activos fijos netos.


-          Capacidad de obtener utilidades o poder para obtener utilidades:


(Ventas / activos totales) * (Utilidades  netas después de impuestos / ventas)


Cuando multiplicamos la rotación de activos de la compañía por el margen de utilidades netas, obtenemos la razón de rendimiento de los activos, o capacidad de obtener utilidades sobre los activos totales. Ni el margen de utilidades netas ni la razón de rotación por si solas proporcionan una medida adecuada de la eficiencia en operaciones.



domingo, 15 de enero de 2012

LINEAS DE INVESTIGACION


         


"... Los problemas de investigacion abordados  en el Programa de Postgrado Ciencias Administrativas Mención Finanzas  estarán  referidos a la problematica financiera confrontada en el pais y en la región en la cual se encuentra  ubicada ésta casa de estudios, en este sentido estan planteada líneas de Investigacion..." 

AREAS DE INVESTIGACION:
1.-Mercados Financieros:
1.1.-Mercado de Capitales
1.2.-Finanzas Internacionales
2.- Finanzas Corporativas
2.1.-Financiamiento Empresarial
3.-Finanzas Públicas
4.-Finanzas de la Industria Minera

U.D.O. Cd. Bolívar. Postgrado de Ciencias Administrativas. mencion Finanzas

Por lo que mi trabajo de investigacion se refiere a una "Propuesta de rentabilidad economica y financiera de la empresa SILCA, C.A. en Ciudad Bolívar"

11 MANDAMIENTOS DE KEINAN IMPORTANTE PARA LA RENTABILIDAD